os cuentos de hadas encierran un contenido vivencial que va mucho más allá de toda mera "comprensión". Nos invitan a vivir con sus personajes tal como se vive con otros seres humanos, pudiendo entablar una relación muy personal con cada uno de ellos. Y esa relación no sólo está condicionada por "comprender", como tampoco las relaciones en la vida lo están. No podríamos imaginarnos una primavera sin campanitas blancas, violetas o prímulas. Es igualmente imposible imaginarse una infancia verdadera sin Blancanieves, Caperucita roja o el Rey rana. En su momento, nuestras incipientes fuerzas de percibir y sentir fueron alimentadas por estas figuras y nuestras más puras fuerzas de crecimiento pudieron hermanarse con ellas. Sus vidas nos parecían, más reales que los rígidos gestos de los adultos; lo que aquellas sufrían, deseaban y lograban, tenía para nosotros mayor significado que el artificial seriedad con la que los mayores trataban de dar importancia a las cosas cotidianas.
Gracias a los comentarios de Rudolf Meyer, Blancanieves y Cenicienta, Pulgarcito y El pobre mozo del molinero, Los niños de oro y La hermanita con el ciervo y muchos otros personajes de los cuentos de Grimm, resurgen ante nuestra percepción interior; nada han perdido de su joven frescura y sagrada realidad, pues son arquetipos de nuestras fuerzas anímicas y de las etapas evolutivas que debemos recorrer. No son alegorías, tampoco simbolizan ideas; son personajes reales que tienen sus destinos determinados y sufren transformaciones. Hay más psicología en esto que todo el psicoanálisis corriente nos pueda transmitir. Es una sabiduría del alma que no se alcanza mediante experimentos ni interpretaciones psicoanalíticas. Pues esta sabiduría del alma sólo se revela a una visión que va más allá de una percepción sensorial y de un pensar intelectual; avanza hacia una contemplación directa de las fuerzas formativas en la naturaleza y en la vida del alma. Rudolf Meyer cita en este libro a Goethe: Todos nos movemos en misterios. Estamos rodeados de una atmósfera de la cual aún no conocemos todo lo que en ella se mueve y cómo todo esto se halla ligado con nuestro destino. Cierto es que en estados fuera de lo común las antenas de nuestra alma pueden trascender los límites del cuerpo, permitiendo un presentimiento e incluso una real mirada al futuro. |