Era la mañana de Ascensión. El aire estaba compenetrado por el centelleo plateado del sol que brillaba claro. Mi cuerpo, que justo despertaba del sueño, descansaba aún en placidez restauradora recibida durante toda la noche.
De pronto, mi espíritu percibió una voz tenue: "¿Quieres ver el Cielo?" Me esforcé. Noté que detrás mío había un Ángel. No lo veía, pero lo sentía con claridad. Parecía más grande que yo y era muy luminoso. Fue como si él incorporara dentro de sí lo mejor de mi ser. Paz luciente: no se puede describir su ser de otra manera. Y sólo cuando mi alma pensaba "paz luciente", ya estaba él allí. Paz luciente era como un cuerpo, en el que el Ángel moraba.
Las revelaciones de Rudolf Steiner sobre la vida de Jesús y la misión de Jesucristo iluminarán los espíritus y reconfortarán los corazones en estos tiempos de incertidumbre.